La obra de
Frida Kahlo
La producción de la artista mexicana es un ejemplo de ese tipo de
arte que sirve como poderoso instrumento con el que exorcizar la angustia de
una realidad hostil. El signo trágico de su existencia, marcada por la lucha
contra la enfermedad, había comenzado cuando a los seis años contrajo una
poliomielitis que le dejó importantes secuelas. En 1925 sufrió un grave
accidente de tráfico que le fracturó la columna vertebral y la pelvis. Además
de imposibilitarle tener hijos, el accidente fue la causa de numerosas
operaciones futuras y de una salud siempre precaria.
A través de la pintura, que empezó a practicar en los largos meses
de inmovilidad tras el accidente, Frida Kahlo reflejaría de forma soberbia la
colisión entre su ansia de felicidad y la insistente amenaza de su destrucción,
a la vez que conjuraba la dualidad irreductible entre los sueños (de amor, de
hijos) y la realidad (dolor e impotencia).
Durante la convalecencia del accidente, sin poder ni siquiera
incorporarse, comenzó a pintar tomándose ella misma como modelo principal. Le
colocaron un espejo bajo el baldaquino de su cama y un carpintero le fabricó
una especie de caballete que le permitía pintar estando acostada. Éste fue el
inicio de una larga serie de autorretratos, tema que ocupa el grueso de su
producción, de carácter fundamentalmente autobiográfico. En una ocasión afirmó:
"Me retrato a mí misma porque paso mucho tiempo sola y porque soy el
motivo que mejor conozco." En poco tiempo Frida desarrolló un vocabulario
simbólico propio; con él acompañaba sus retratos para representar
metafóricamente sus experiencias y sus pensamientos.

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