Frida y el
surrealismo
La apariencia onírica de sus imágenes propiciaba la relación de su
simbología con el surrealismo, algo que Frida Kahlo negaría rotundamente:
"Se me tomaba por una surrealista. Ello no es correcto, yo nunca he
pintado sueños, lo que yo he representado era mi realidad."

Pero Frida no sólo rechazó el carácter surrealista de su pintura,
sino que profesó una profunda aversión hacia los representantes del movimiento.
Había conocido a Breton en México en 1938 y al año siguiente pasó varios meses
en París, donde tuvo ocasión de entrar en contacto con los otros surrealistas.
La opinión que le merecían la expresó sin cortapisas en una carta que escribió
desde allí a Nicolas Muray: "No puedes imaginarte lo joputas que son esta
gente; me hacen vomitar. Son tan condenadamente intelectuales y degenerados,
que ya no los aguanto más."
Frente a las representaciones oníricas o al automatismo psíquico de
los surrealistas, los numerosos símbolos que Frida Kahlo introduce en sus
cuadros poseen significaciones precisas y son producto de la actividad
consciente. Su obra se origina y procede de una continua indagación sobre sí
misma, y manifiesta los estados de ánimo de forma precisa y deliberada,
materializando las oscilaciones entre el sufrimiento y la esperanza. El
carácter simbólico de su pintura da cauce a la expresión vehemente de una
personalidad apasionada para la que el arte es desafío y combate, lucha
violenta contra la enfermedad, pero también repliegue ensimismado hacia su yo
interior y huella del reconocimiento doloroso de su identidad maltrecha.
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